Hace un mes realizamos el taller residencial con el que se cerraba el primer ciclo de formación. El tema de fondo del taller “Los laberintos de la vida cotidiana” (Idea original de Fina Sanz que hemos adaptado); un proceso de construcción y destrucción de formas.
Ha sido un grupo pequeño en número de participantes, pero grande en experiencias compartidas. Comenzó con el compromiso de cada una de nosotras, los formadores a dar y compartir conocimientos; y las alumnas al elegir la formación frente a otros deseos apetecible. Como Laura Perls proponía “Comprometerse voluntariamente supone sacrificarse, renunciar a cosas que nos interesan, con las que nos sentimos comprometidos y que tienen un valor para dedicarse a algo que es más importantes. Este es el aspecto más difícil del compromiso. Dado que las escalas están puestas, existen varias opciones. Hay tentación por todas partes, incluso en el mismo desierto al que hemos decidido dedicarnos (…)”.
El compromiso de Anabel, reflejado en su mirada cómplice de quien conoce y reconoce el sufrimiento de quien cuida a un ser querido.
El compromiso de Vanesa, cuando al comienzo del taller nos dice: “No hay otro lugar donde en este momento quiera estar”.
El compromiso de Rosa, con unos ojos que acarician cuando te miran y diciéndonos: “Soy una mujer normal, que descanso”.
El compromiso de Isa, cuando en un momento del fin de semana nos damos cuenta que son 14 años los que llevo acompañándola, la mitad de su vida. Que profesión tiene este gran privilegio.
El compromiso de los dos formadores que las hemos acompañado, fomentar un espacio teórico-experiencial que les permitiera ir un paso más allá en lo personal y profesional.
Lo hemos hecho posible entre tod@s, bue viaje.