No basta señalar genéricamente que necesitamos unos de otros. Así es, pero conviene no eludir lo que significa contar con alguien para quien singularmente seamos decisivos.
En determinadas circunstancias nos pasa algo, pero en alguien, en otro, en otra. El vocablo «contigo» reitera el «con» al inicio y al final del «ti». «Cumtecum» no señala el deseo de que el otro sea yo, ni como yo, si no la posibilidad de que, si bien distinto y diferente, sea conmigo. Eso es solo viable, en efecto, si es un tú, alguien otro, alguien a quien apreciar y buscar.
Entre el yo y el tú hay una fractura que ratifica la enorme dificultad de compartir afectos. Pero las palabras constituidas en puentes, recorren una y otra vez ese espinoso camino y nos ofrecen aliento y sustento para la travesía.
«Contigo» somos interpelados por el afecto, por la emoción de la experiencia, por los sentimientos, por los deseos y por la acción de tantos que nos conmueven y nos ofrecen nuevas posibilidades de vida.
Es difícil no identificar este «contigo» con quien nos hace luchar, soñar, nos desvela y nos impulsa.
Imagen, Jordi Arnés.