«Lamentamos con frecuencia no haber sido capaces de decir, de decirnos, lo que pensamos o sentimos. No es cuestión de ponerlo todo perdido de palabras, de expresar cualquier ocurrencia, de ofender en nombre de la sinceridad.»Ángel Gabilondo
Habría que ir desterrando el mito de que no hablamos para proteger a la otra persona del dolor y el daño. Por lo menos, el mito de que siempre sea así.
Callamos
Por vergüenza (la nuestra),
Porque no estamos acostumbrados a hacerlo (nosotr@s),
Porque creemos que el/la otr@ es débil (cuando probablemente el que tenga dificultades en sostenerme sea yo),
Porque de qué va a servir? (y de qué va a servir no decirlo?),
Porque lo amamos (justamente por eso decir es tan importante),
Porque los niños son pequeños (quizás tu niño/a interior no lo pudiera soportar, pero tus hijos seguro que si)…las justificaciones, argumentaciones racionales para no decir son innumerables.
Pero sólo hay una razón para decir y es que el otrx quiere oirte y si no lo dices, como lo intuye, sufre y al final ambos acabamos cada uno en una esquina del rin sufriendo por el otrx en silencio y en soledad.Y quizás pienses que sea mejor para tí, pero en ese acto de egoismo excluyes al otrx, piensas por el otrx, sin darle la posibilidad de defenderse y de asumir la responsabilidad de su propio dolor. Crees que no decir ayuda a sufrir menos al otrx cuando en realidad lo que ocurre es que está haciendose cargo de la viviencia de tu dolor en él y al mismo tiempo de su propio dolor, sufriendo el doble.No faltan quienes conviven con alguien y no son capaces de decirle algo consistente y entrañable a la vez, algo que muestre elección, preferencia, alegría. Es imprescindible compartir los avateres de la existencia, los asuntos, las complejidades, los temores y ello no implica necesariamente largas alocuciones. Siempre precisamos una mano amiga, un hombro cercano, y su ausencia es el preludio de nuevas búsquedas. Quizás haya que ampliar nuestras miras para buscar ese hombro más allá de las personas habituales o que «deberían» serlo. Convivir y compartir sin apenas decirse algo acaba por impedir incluso callar, soñar y desear juntos.
«Nos gusta que nos digan, que los demás sean cordiales y, en su caso amororos con nosotros.» Ángel Gabilondo